lunes, 24 de noviembre de 2008

Como siempre, lo urgente no deja tiempo para lo importante


El poder del buen humor es inmenso. Una filosofía optimista de la vida ayuda en gran manera a salir en busca de soluciones, en lugar de quedarse atascado en los problemas. Existen personas que se refugian en la burla, la ironía, el sarcasmo y la ridiculización constante de las personas que le rodean como medio de autoprotección. Otras lo hacen con un humor tan ingenuo que cualquier cosa les hace reír. Ninguno de los dos extremos es bueno. El humor saludable tiene que ser, respetuoso, y tiene que permitirnos ver la realidad con cierto grado de crítica. Un humor demasiado ácido, o light , puede traer más problemas de los que soluciona. Lo ideal es reírse con los demás y no de ellos, y, por supuesto, que los demás se rían con uno y no de uno.

El resultado del sentido del humor es la sonrisa, y su hermana mayor, la risa. Reír es un verbo; lo importante aquí está en analizar el complemento directo, es decir, de qué se ríe uno, o de quién se ríe uno.


En un mundo sin sentido, el humor es una obligación moral.


Por otro lado, el sentido del humor no sólo ayuda a afrontar mejor los problemas, sino que además ayuda a desarrollar la inteligencia y la rapidez de reflejos. La base de la risa y del humor está en sacar las cosas de contexto, invertir situaciones habituales . Tiene un gran componente de instinto de supervivencia, de escudo ante los problemas insuperables. Existen estudios que demuestran que las personas que atraviesan situaciones difíciles son las que desarrollan un humor más agudo y lúcido, sacando punta a circunstancias incluso de extremada gravedad. Es cuestión de entrenar el cerebro para darle la vuelta a las situaciones, de esta forma estimula la inteligencia y la velocidad de respuesta de la mente.


Cualquiera que se tome demasiado en serio corre el riesgo de parecer ridículo. No ocurre lo mismo con quien siempre es capaz de reírse de sí mismo.