Caracas, 15 Mar. ABN (Hernán Mena Cifuentes)
En Irak, cuna de la civilización, el imperio yanqui cava hoy su propia tumba, tras iniciar hace cuatro años, una guerra similar a la lanzada meses antes contra Afganistán, apagando la luz de la esperanza depositada por la humanidad en el siglo XXI, creyendo ingenuamente que sería una era de paz, muy distinta al siglo XX, cuando la tierra fue asolada por dos guerras mundiales, el terror del átomo en Hiroshima y Nagasaki y las guerras de Corea, Vietnam, entre otros conflictos.
A esa realidad se anticiparon como profetas, cuando apenas comenzaba la guerra de Irak, solo que ello fue producto de la rigurosa aplicación del método científico y su vasta experiencia como observadores del acontecer humano, dos investigadores venezolanos, Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas-Arena, él, doctor en antropología y ella, en historia y geografía, al revelar el epílogo del conflicto, en un trabajo titulado ¿Irak, Cuna de la Civilización o Tumba del Imperio?
Ese final también lo percibían los pueblos que, en marchas de protesta antibélicas alrededor del mundo, denunciaban la tragedia que se avecinaba, a los que se unieron movimientos pacifistas, de DDHH y líderes políticos, intelectuales y religiosos como Juan Pablo II, quien dijo: “Quien lance esa guerra, tendrá que responder ante Dios y ante la historia”, premonición que hoy se cumple con la derrota aplastante que sufre en Irak la potencia mas poderosa que jamás haya existido sobre el planeta.
Fue así como desoyendo las voces de la razón, con la soberbia y prepotencia que le acompañan en todos sus actos, sin importarle para nada el derecho ajeno, que Estados Unidos, retó a la paz del mundo apostando a lo imposible, y se lanzó a la guerra, arrastrando en su aventura a Tony Blair, José María Aznar y otros dirigentes, y como hiena hambrienta se abalanzó sobre el acorralado y débil régimen de Saddam Hussein, sin importarle que era a todo un pueblo al que asesinaría, y no solo a su presidente, como en efecto ocurrió.
Y no fue en defensa de la seguridad mundial que hicieron esa guerra, como proclamaron con mentiras, mostrando falsos documentos en los que aseguraban que Irak poseía armas de destrucción masiva prontas a lanzarlas contra sus vecinos y las mal llamadas democracias occidentales, sino para adueñarse del petróleo, el «oro negro» iraquí cuyas reservas alcanzan a mas de 115 mil millones de barriles, lo mismo que el gas, y el agua, el «oro azul» que abunda en el Éufrates y el Tigris, elemento escaso en el Medio Oriente y en otras partes del planeta, incluyendo a EEUU.
Esa es la verdad. Fue ese empeño irracional de Bush y sus «halcones» por conquistar el mundo, lo que los indujo a cometer un genocidio, que ha costado la vida a cerca de un millón de iraquíes, al arrojar toneladas de bombas y misiles sobre pueblos y ciudades, desde barcos y aviones, mientras en la tierra sus soldados asesinan, torturan prisioneros, violan a niñas y ancianas y saquean y queman museos y bibliotecas que guardan escritos y obras de una cultura milenaria, destruyendo ese patrimonio de la humanidad.
Amanecía sobre Bagdad aquel 20 de marzo de 2003, cuando el fulgor irradiado por las explosiones provocadas por una lluvia de misiles «Tomahawk», se adelantó a la luz del sol, dando inicio a aquella guerra avisada, apoyada por una monumental campaña publicitaria de los medios al servicio del Imperio promocionándola como paradigma de la libertad, y en la que, la ficción de una fugaz victoria les acompañó a solo pocas semanas de haberla comenzado.
Pero el pueblo de Irak no aclamó con vítores y aplausos a las tropas invasores cuando éstas hicieron su triunfal entrada a Bagdad, 19 días después, el 8 de abril de 2003, y ni siquiera les arrojaron flores, como les habían prometido Bush y sus dos «perros falderos» Blair y Aznar, muy acomodados, protegidos y seguros en sus bunkers de Washington, Londres y Madrid, quienes en la Casa Blanca, en el 10 Down Street y en el Palacio de La Moncloa, celebraron eufóricos el efímero éxito de su aventura criminal.
Mucho más feliz aún debió sentirse Bush Jr. el 1º de mayo, 41 días después de la invasión, al anunciar la victoria sobre Irak, tras aterrizar, ataviado con un traje de piloto de guerra, sobre la cubierta del portaaviones «Abraham Lincoln», anclado, no en las peligrosas aguas del Golfo Pérsico, sino frente a las seguras costas de California, acto con el que deshonró a sus compatriotas aviadores que sí participaron en misiones de combate, ya que él nunca fue a la guerra, porque siempre fue un consentido de «Papa Bush», el otro criminal que lanzó la primera guerra contra Irak.
Pero su alegría fue breve, porque a partir de entonces, comenzó la verdadera guerra, una guerra asimétrica, que cambió el curso de la historia y del conflicto, cuando miles de combatientes de la resistencia, comenzaron a atacar a los invasores, usando tácticas y métodos de guerrilla imposibles de enfrentar con éxito, porque se combate a un ejército de «fantasmas» que, embosca, mata y desaparece con la velocidad del viento que acompaña a esas repentinas y terribles tempestades de arena que asolan al desierto.
Hoy, tras 4 años de haber sido lanzada esa inmoral guerra, han perecido en Irak 3.200 soldados estadounidenses, además de otros 250 de otros países, cuyos gobiernos, títeres del Imperio, enviaron a miles de jóvenes como «carne de cañón» a morir en el conflicto, pese a la oposición de sus pueblos que rechazan la sumisa actitud de sus gobernantes que no envía a sus familiares, sino a humildes muchachos, bisoños soldados convertidos de la noche a la mañana en asesinos.
De esas llamadas Fuerzas de la Coalición, que se ha desmoronado luego de la deserción de varias naciones como España e Italia, debido al triunfo electoral allí, de gobiernos progresistas, han muerto 134 británicos, 32 italianos,19 rumanos, 18 ucranianos, 11 españoles, 4 salvadoreños, y un gran número de mercenarios latinoamericanos que, acuciados por la pobreza, se vieron obligados a enrolarse, reclutados por empresas yanquis en sus países de origen, bajo la complicidad de las autoridades.
Sus cuerpos de los soldados yanquis caídos en combate, regresan en fúnebre caravana de féretros cubiertos por la bandera de las barras y estrellas, a escondidas de la prensa y de la curiosidad del público tratando de ocultar la trágica realidad de una juventud que está muriendo sin honor ni gloria, porque carecer de una causa justa que los motive a entregar sus vidas, ya que la única razón por la que luchan, no es otra que la de apoyar la ambición de un Imperio.
Los heridos en acción, ascienden hasta ahora, a 27.800, presentando algunos lesiones físicas y mentales tan graves, que los incapacitan de por vida, convertidos en piltrafas humanas, muchas veces ignorados y arrojados como objetos sin valor a sanatorios y hospitales militares insalubres donde son mal atendidos como ocurrió con el famoso Walter Reed U.S. Army Medical Center, cuyo lema, «Proveer atención médica al Guerrero Herido².
Su prestigio, resultó ser una farsa, cuando el Washington Post publicó un reportaje sobre las pésimas condiciones de la infraestructura, y el descuido de sus instalaciones, plagadas de ratas, cucarachas y otras alimañas, que afectaban seriamente la sanación y rehabilitación de los pacientes, revelación que ha provocado la renuncia de su director y de otros altos jefes militares, vinculados al problema.
Por otra parte, fue Cindy Sheehan, madre de un joven soldado muerto en Irak, quien inició las protestas de las madres del país contra la guerra, instalando una tienda de campaña frente al rancho Crawford, residencia vacacional de Bush en Texas, y cuando éste se negó a recibirla, otras madres se le unieron, para hacer de la chispa que ella encendió en Crawford, una hoguera inmensa de conciencias que abrasa a EEUU exigiendo el regreso de los hijos que aun no han muerto y el fin de la perversa, absurda e inmoral guerra.
Inmoral por las causas que la motivaron, perversa por la pérdida de centenares de miles de vidas que ha ocasionado, y absurda también por el gasto inútil de más de 400 mil millones de dólares invertidos para alimentar, y equipar a los 150 mil soldados, a sus vehículos, equipos, y que solo ha sembrado dolor y devastación en un país, sin lograr siquiera su objetivo criminal de adueñarse del petróleo, del gas y del agua que abundan en Irak y escasea en el mundo, una acción que, al fin de cuentas se traduce en una gran derrota.
Hoy, apenas quedan leves destellos de la arrogancia, soberbia y prepotencia que exhibía George Walter Bush hace 4 años. Odiado por los pueblos del mundo que exigen sea llevado a un tribunal para ser juzgado por el genocidio cometido. Repudiado por su propio pueblo que le pide retirar a las tropas de Irak, mientras algunos de sus secuaces comienzan a desertar abandonando como ratas la nave que se hunde, actúa como fiera en agonía, mostrando aún sus desgastadas garras y lanzando sus últimas dentelladas.
Porque en su mente enferma de psicópata asesino en serie, sobrevive el espejismo de una victoria imposible y envía mas tropas y cambia comandantes y jefes militares en Irak en vano intento por frenar el avance incontenible de la resistencia popular que hunden cada vez más a las legiones imperiales en el profundo pantano donde se hallan, desmoralizadas y sin la mas remota posibilidad de triunfo, y enloquecidos sus soldados que todos los días cometen masacres como la perpetrada en Faluya.
Finalmente y ante la pregunta que se hicieron dos científicos cuando apenas comenzaba esa inmoral guerra, ha sido el pueblo iraquí el único capaz de responderla, al demostrarle al mundo que, cuando se lucha con valor y dignidad en defensa de la Patria, se puede vencer al enemigo por más poderoso que este sea, como lo demuestra el hecho de que hoy, a 4 años de la invasión, en Irak, Cuna de la Civilización, el Imperio yanqui está cavando su propia tumba.
No lo he escrito yo,lo he encontrado en "La agencia Boliviana de noticias",..... pero no hubiera podido expresarme mejor.....siento lo mismo, lo vivo igual.......es algo injustificable, pero yo al menos, no hago nada por evitarlo......y como yo , la mayoria de la gente.......no somos capaces de luchar hasta el final,,,,somos egoistas!!!!!!!!! Lo siento, pero asi lo veo!!!!! Egoistas totales!!!!!!!!!
A esa realidad se anticiparon como profetas, cuando apenas comenzaba la guerra de Irak, solo que ello fue producto de la rigurosa aplicación del método científico y su vasta experiencia como observadores del acontecer humano, dos investigadores venezolanos, Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas-Arena, él, doctor en antropología y ella, en historia y geografía, al revelar el epílogo del conflicto, en un trabajo titulado ¿Irak, Cuna de la Civilización o Tumba del Imperio?
Ese final también lo percibían los pueblos que, en marchas de protesta antibélicas alrededor del mundo, denunciaban la tragedia que se avecinaba, a los que se unieron movimientos pacifistas, de DDHH y líderes políticos, intelectuales y religiosos como Juan Pablo II, quien dijo: “Quien lance esa guerra, tendrá que responder ante Dios y ante la historia”, premonición que hoy se cumple con la derrota aplastante que sufre en Irak la potencia mas poderosa que jamás haya existido sobre el planeta.
Fue así como desoyendo las voces de la razón, con la soberbia y prepotencia que le acompañan en todos sus actos, sin importarle para nada el derecho ajeno, que Estados Unidos, retó a la paz del mundo apostando a lo imposible, y se lanzó a la guerra, arrastrando en su aventura a Tony Blair, José María Aznar y otros dirigentes, y como hiena hambrienta se abalanzó sobre el acorralado y débil régimen de Saddam Hussein, sin importarle que era a todo un pueblo al que asesinaría, y no solo a su presidente, como en efecto ocurrió.
Y no fue en defensa de la seguridad mundial que hicieron esa guerra, como proclamaron con mentiras, mostrando falsos documentos en los que aseguraban que Irak poseía armas de destrucción masiva prontas a lanzarlas contra sus vecinos y las mal llamadas democracias occidentales, sino para adueñarse del petróleo, el «oro negro» iraquí cuyas reservas alcanzan a mas de 115 mil millones de barriles, lo mismo que el gas, y el agua, el «oro azul» que abunda en el Éufrates y el Tigris, elemento escaso en el Medio Oriente y en otras partes del planeta, incluyendo a EEUU.
Esa es la verdad. Fue ese empeño irracional de Bush y sus «halcones» por conquistar el mundo, lo que los indujo a cometer un genocidio, que ha costado la vida a cerca de un millón de iraquíes, al arrojar toneladas de bombas y misiles sobre pueblos y ciudades, desde barcos y aviones, mientras en la tierra sus soldados asesinan, torturan prisioneros, violan a niñas y ancianas y saquean y queman museos y bibliotecas que guardan escritos y obras de una cultura milenaria, destruyendo ese patrimonio de la humanidad.
Amanecía sobre Bagdad aquel 20 de marzo de 2003, cuando el fulgor irradiado por las explosiones provocadas por una lluvia de misiles «Tomahawk», se adelantó a la luz del sol, dando inicio a aquella guerra avisada, apoyada por una monumental campaña publicitaria de los medios al servicio del Imperio promocionándola como paradigma de la libertad, y en la que, la ficción de una fugaz victoria les acompañó a solo pocas semanas de haberla comenzado.
Pero el pueblo de Irak no aclamó con vítores y aplausos a las tropas invasores cuando éstas hicieron su triunfal entrada a Bagdad, 19 días después, el 8 de abril de 2003, y ni siquiera les arrojaron flores, como les habían prometido Bush y sus dos «perros falderos» Blair y Aznar, muy acomodados, protegidos y seguros en sus bunkers de Washington, Londres y Madrid, quienes en la Casa Blanca, en el 10 Down Street y en el Palacio de La Moncloa, celebraron eufóricos el efímero éxito de su aventura criminal.
Mucho más feliz aún debió sentirse Bush Jr. el 1º de mayo, 41 días después de la invasión, al anunciar la victoria sobre Irak, tras aterrizar, ataviado con un traje de piloto de guerra, sobre la cubierta del portaaviones «Abraham Lincoln», anclado, no en las peligrosas aguas del Golfo Pérsico, sino frente a las seguras costas de California, acto con el que deshonró a sus compatriotas aviadores que sí participaron en misiones de combate, ya que él nunca fue a la guerra, porque siempre fue un consentido de «Papa Bush», el otro criminal que lanzó la primera guerra contra Irak.
Pero su alegría fue breve, porque a partir de entonces, comenzó la verdadera guerra, una guerra asimétrica, que cambió el curso de la historia y del conflicto, cuando miles de combatientes de la resistencia, comenzaron a atacar a los invasores, usando tácticas y métodos de guerrilla imposibles de enfrentar con éxito, porque se combate a un ejército de «fantasmas» que, embosca, mata y desaparece con la velocidad del viento que acompaña a esas repentinas y terribles tempestades de arena que asolan al desierto.
Hoy, tras 4 años de haber sido lanzada esa inmoral guerra, han perecido en Irak 3.200 soldados estadounidenses, además de otros 250 de otros países, cuyos gobiernos, títeres del Imperio, enviaron a miles de jóvenes como «carne de cañón» a morir en el conflicto, pese a la oposición de sus pueblos que rechazan la sumisa actitud de sus gobernantes que no envía a sus familiares, sino a humildes muchachos, bisoños soldados convertidos de la noche a la mañana en asesinos.
De esas llamadas Fuerzas de la Coalición, que se ha desmoronado luego de la deserción de varias naciones como España e Italia, debido al triunfo electoral allí, de gobiernos progresistas, han muerto 134 británicos, 32 italianos,19 rumanos, 18 ucranianos, 11 españoles, 4 salvadoreños, y un gran número de mercenarios latinoamericanos que, acuciados por la pobreza, se vieron obligados a enrolarse, reclutados por empresas yanquis en sus países de origen, bajo la complicidad de las autoridades.
Sus cuerpos de los soldados yanquis caídos en combate, regresan en fúnebre caravana de féretros cubiertos por la bandera de las barras y estrellas, a escondidas de la prensa y de la curiosidad del público tratando de ocultar la trágica realidad de una juventud que está muriendo sin honor ni gloria, porque carecer de una causa justa que los motive a entregar sus vidas, ya que la única razón por la que luchan, no es otra que la de apoyar la ambición de un Imperio.
Los heridos en acción, ascienden hasta ahora, a 27.800, presentando algunos lesiones físicas y mentales tan graves, que los incapacitan de por vida, convertidos en piltrafas humanas, muchas veces ignorados y arrojados como objetos sin valor a sanatorios y hospitales militares insalubres donde son mal atendidos como ocurrió con el famoso Walter Reed U.S. Army Medical Center, cuyo lema, «Proveer atención médica al Guerrero Herido².
Su prestigio, resultó ser una farsa, cuando el Washington Post publicó un reportaje sobre las pésimas condiciones de la infraestructura, y el descuido de sus instalaciones, plagadas de ratas, cucarachas y otras alimañas, que afectaban seriamente la sanación y rehabilitación de los pacientes, revelación que ha provocado la renuncia de su director y de otros altos jefes militares, vinculados al problema.
Por otra parte, fue Cindy Sheehan, madre de un joven soldado muerto en Irak, quien inició las protestas de las madres del país contra la guerra, instalando una tienda de campaña frente al rancho Crawford, residencia vacacional de Bush en Texas, y cuando éste se negó a recibirla, otras madres se le unieron, para hacer de la chispa que ella encendió en Crawford, una hoguera inmensa de conciencias que abrasa a EEUU exigiendo el regreso de los hijos que aun no han muerto y el fin de la perversa, absurda e inmoral guerra.
Inmoral por las causas que la motivaron, perversa por la pérdida de centenares de miles de vidas que ha ocasionado, y absurda también por el gasto inútil de más de 400 mil millones de dólares invertidos para alimentar, y equipar a los 150 mil soldados, a sus vehículos, equipos, y que solo ha sembrado dolor y devastación en un país, sin lograr siquiera su objetivo criminal de adueñarse del petróleo, del gas y del agua que abundan en Irak y escasea en el mundo, una acción que, al fin de cuentas se traduce en una gran derrota.
Hoy, apenas quedan leves destellos de la arrogancia, soberbia y prepotencia que exhibía George Walter Bush hace 4 años. Odiado por los pueblos del mundo que exigen sea llevado a un tribunal para ser juzgado por el genocidio cometido. Repudiado por su propio pueblo que le pide retirar a las tropas de Irak, mientras algunos de sus secuaces comienzan a desertar abandonando como ratas la nave que se hunde, actúa como fiera en agonía, mostrando aún sus desgastadas garras y lanzando sus últimas dentelladas.
Porque en su mente enferma de psicópata asesino en serie, sobrevive el espejismo de una victoria imposible y envía mas tropas y cambia comandantes y jefes militares en Irak en vano intento por frenar el avance incontenible de la resistencia popular que hunden cada vez más a las legiones imperiales en el profundo pantano donde se hallan, desmoralizadas y sin la mas remota posibilidad de triunfo, y enloquecidos sus soldados que todos los días cometen masacres como la perpetrada en Faluya.
Finalmente y ante la pregunta que se hicieron dos científicos cuando apenas comenzaba esa inmoral guerra, ha sido el pueblo iraquí el único capaz de responderla, al demostrarle al mundo que, cuando se lucha con valor y dignidad en defensa de la Patria, se puede vencer al enemigo por más poderoso que este sea, como lo demuestra el hecho de que hoy, a 4 años de la invasión, en Irak, Cuna de la Civilización, el Imperio yanqui está cavando su propia tumba.
No lo he escrito yo,lo he encontrado en "La agencia Boliviana de noticias",..... pero no hubiera podido expresarme mejor.....siento lo mismo, lo vivo igual.......es algo injustificable, pero yo al menos, no hago nada por evitarlo......y como yo , la mayoria de la gente.......no somos capaces de luchar hasta el final,,,,somos egoistas!!!!!!!!! Lo siento, pero asi lo veo!!!!! Egoistas totales!!!!!!!!!